Aquella mañana me costó levantarme. Mi madre entró en mi habitación y me dijo en voz baja:
—Levántate, que no vamos de viaje.
No recordaba que la noche anterior habíamos planeado un viaje en tren.
Entre prisas y nervios me vestí para la ocasión. Mientras mis padres se preparaban, recordé que iba a llevar mi mochila y fui a por ella. Metí mis juguetes y varios libros.
En el trayecto de mi casa a la estación fuimos en autobús. Al llegar a la estación, nos dirigimos a la taquilla a comprar los billetes. La espera fue corta. Estaba emocionada porque nunca había montado en tren.
Me puse a ver las personas que pasaban con maletas, bolsas y corrían de unos andenes a otros. Esperamos cerca de la vía a que llegar nuestro tren.
Una vez en mi asiento, me puse a mirar por la ventana. ¡Qué bonito y diferente se veía todo el campo! ¡Estaba tan cerca de nosotros que casi podía tocar las flores con mi mano!
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